Con las semillas de cebil recolectadas en el sitio arqueológico La Tunita, me propuse intentar reproducir el antiguo polvo visionario conocido como vilca (en quechua se lo llamaba vilca, huilca, huillca, vilcas, vilica, wil’ka, willca, o wilika; en idioma wichi, jatax o jataj y en lenguas tupí-guaraní, como paricá o curupay). Los aborígenes lo preparaban para fumarlo en pipa o para aspirarlo en forma de rapé y, de esa forma, entraban en estado de trance conectándose con otros mundos.
Se sabe del consumo ancestral de la vilca (desde al menos hace unos 4000 años) por restos arqueológicos que incluyen pipas, tabletas, morteros, inhaladores y hasta restos de alcaloides, como en el caso de las muestras halladas en las pipas de Inca Cueva, Jujuy, probablemente hechas con huesos humanos y fechadas por datación con carbono-14 en 2130 a.C. (Fernández Distel 1980: 65); y también, se lo conoce por crónicas registradas desde la época de la colonia. Estas son algunas de ellas:
“… toman por las narices el sebil, ques una fruta como vilca; hacenla polvo y bebenla por las narices.” (Sotelo de Narvéez 1851: II, 152).
“… para lo cual también usan una yerba que llaman cibil, que ahora sea por pacto del demonio o por virtud natural que tenga, dicen que los sustentan muchos días con sólo traerla en la boca, donde hacen un género de espuma blanca que asoma por los labios y causa muy desagradable vista…” (Ovalle 1888: I, 178).
“… los hechiceros [para emborracharse]… usan una yerba llamada villca, echando el sumo della en la chicha, o tomándola por otra vía.” (Polo de Ondegardo 1916: cap. VIII).
“Cuando desean agua para sus sementeras ruegan a los viejos, que llamen a la lluvia, y estos haciéndose soplar con un canutillo en las narices de suerte, que les penetra muy adentro los polvos de las semillas del árbol llamado sebil, que son tan fuertes, que les privan del juicio, comienzan ya fuera de sí a saltar, y brincar en descampado dando gritos, y alaridos y cantando con vozes desentonadas, lo que dicen llaman la lluvia.” (Lozano 1941: 96).
“Los hechiceros lules y matacos son los únicos shamanes del Chaco que se ponen a sí mismos en estado de arrobamiento, por medio de tomas por la nariz de un polvo hecho de semillas de sebil (Piptadenia). Cuando han alcanzado ese estado envían sus almas, en forma de pájaro, fuera del cuerpo. La metamorfosis es facilitada con los silbidos de un pito hecho de un hueso del mismísimo pájaro. El alma, una vez separada del cuerpo del shamán, va al país de los espíritus o visita al sol, que es un hombre-medicina de gran sabiduría.” (Métraux 1944: 304).
“La corteza del árbol cebil se usa para curtir cueros. Los indios salvajes encendían en tiempos pasados las vainas o chauchas que brotan de él, cerraban estrechamente sus chosas y con boca, nariz y todo el cuerpo aspiraban su humo removiendo con fuelles, de modo que con él llegan a emborracharse, enloquecerse y, a veces, a enfurecerse. Pero tan abominable costumbre ha cesado hace mucho. Hoy día no se contentan con el humo solo sino que buscan emborracharse y enloquecerse con diversas bebidas.” (Dobritzhoffer 1967: 500-501).
“Los diccionarios quechuas más antiguos mencionan jeringas para huilca, y el cronista del siglo XVII Poma de Ayala (1936) igualmente reporta enemas hechos con estas potentes semillas alucinógenas entre los incas.” (Furst 1980: 61).
“Villca; el sol como antiguamente dezian, y agora dizen inti. Villca; adoratorio dedicado al sol y otros idolos. Villcanuta; adoratorio muy celebre entre Sicuani y Chungara; significa casa del sol, según los indios barbaros. Villca; es tambien una cosa medicinal, o cosa se daua de bever como purga, para dormir, y en durmiendo dize que acudia el ladron que auia lleuado la hazienda del que tomo la purga, y cobraua su hazienda: era embuste de hechizeros” (Bertonio 1984: 386).
“Tienen otro genero de guacas que llaman uilcas, que aunque la uilca es un genero de fruta ponçoñosa que nace y se da en los Andes tierra caliente, de hechura de una blanca de cobre de Castilla, cúranse y púrganse con ella y se entierran con ellas en las más provincias deste reino. Ase de advertir que unas figuras como carneros de madera y piedra y tienen un hueco como tintero, ques donde se muele la uilca, se a de procurar buscar y destruir. Llámese el tintero uilcana y la adoran y reverencian. Es esta uilcana hecha de muchas diferencias de piedras hermosas y de maderas fuertes. Tienen, fuera desta uilca, otros muy muchos géneros de medicinas que llaman uilcas, en especial de purgas. Ay muchos géneros de médicos que todos son hechizeros que usan de curar e inbocan al demonio primero que comiencen a curar…” (Albornoz 1989: 172).
Entonces, decidido a experimentar con las vainas de cebil de La Tunita, les saqué las semillas, las tosté, les saqué la piel, las molí y las metí en una pipa. Finalmente las aspiré y le pasé la pipa a Vanesa.
Nada.
Después fumamos bastante más y tampoco percibimos demasiado. Tal vez sí nos sentíamos un poco sedados, pero quién sabe, a lo mejor simplemente estábamos hiperventilados.
Entonces, con una cañita, aspiré directamente el polvo.
Nada.
Aspiré más y otra vez sentí algo leve pero no muy significativo: un poco de hormigueo en los brazos y en las piernas, la vista algo brillante y cristalina, un poco de náuseas y el olor y el sabor que ya conocía.
Conozco ese olor porque estuve en comunidades de aborígenes piaroas en el Amazonas venezolano en 1999 y en 2012 y ahí conocí el yopo, un rapé visionario similar a la vilca.
Existen dos árboles pertenecientes al género Anadenanthera: Anadenanthera colubrina y A. peregrina. No hay mucho registro de cómo se preparaba la vilca, el rapé con semillas de cebil (A. colubrina), pero sí de cómo se preparaba (y se prepara aún) a partir de semillas de A. peregrina para hacer el yopo, que lo consumen algunas comunidades aborígenes del alto Amazonas y del alto Orinoco, como los piaroas o los yanomamis.
Ahora que estaba en Catamarca aspirando polvo de semillas de cebil, solo sentía olor a yopo y muy poco del efecto psicoactivo.
Entonces decidí intentar reproducir el preparado de la ancestral vilca con una receta similar a la del yopo.
Los piaroas tuestan las semillas, las muelen y las mezclan con ceniza de concha de almeja de río (Anodontites sp.) y un poco de agua. Luego amasan la pasta, la dejan secar un par de días y vuelven a moler para obtener el rapé.
No tengo tan claro para qué se agregan las cenizas de concha de almeja. La concha de los moluscos generalmente está formada por tres capas: la más interna y la más externa contienen principalmente proteínas y la del medio, principalmente carbonato de calcio (CaCO3). En el quemado las proteínas se degradan y el carbonato de calcio pasa a óxido de calcio (CaO), es decir, cal viva. La cal viva sería extremadamente irritante en el epitelio de las fosas nasales, pero, con las gotas de agua que agregan, el óxido de calcio pasa a hidróxido de calcio (Ca(OH)2) y ya no es irritante. No sé qué función exacta cumpliría el hidróxido de calcio, pero supongo que algo relacionado con el pH alcalino, algo similar a lo que ocurre en la cultura andina con el agregado de bicarbonato de sodio a las hojas de coca.
Los piaroas consumen el yopo aspirándolo con un inhalador en forma de “Y” hecho con huesos de pájaro y, al mismo tiempo, mastican caapi (cortezas de Banisteriopsis caapi, el ingrediente principal del ayahuasca). El caapi tiene harmina, harmalina y tetrahidroharmina, que son IMAOs, inhibidores de nuestra enzima mono amino oxidasa, y sirven para que el cuerpo no degrade rápidamente la bufotenina, la sustancia psicoactiva principal del yopo.
Tomando en cuenta todo esto y luego de haber tenido poco éxito con el polvo de semillas, me propuse intentar reproducir la vilca con la receta del yopo:
Primero tosté las semillas y las molí. Después, como no conseguí conchas de almeja, usé directamente hidróxido de calcio (proveniente de uno de los tarritos de mi juego de química de la infancia que me traje con ese propósito).
Con unas gotitas de agua hice la pasta, la amasé y la dejé secar durante un par de días.
Como tampoco es fácil conseguir caapi en Argentina, usé un sustituto: semillas de ruda siria (Peganum harmala). Esas semillas las tengo desde hace tiempo conmigo. La ruda siria me parece un sustituto ideal ya que también tiene harmina, harmalina y tetrahidroharmina, incluso ambas plantas (el caapi y la ruda siria) fluorescen bajo la luz negra.
Finalmente molí la vilca y aspiré.
Cinco minutos después sentí muchas náuseas. Y muchos caleidoscopios en la mente. El primero, plano: con los ojos cerrados vi un centro en forma de estrella compuesta por miles de puntitos apenas coloridos y, en la periferia, víboras grises sacudiéndose a mucha velocidad sobre un fondo marrón oscuro. Después, visiones en tres dimensiones, de esas en las que uno mueve los ojos detrás de los parpados cerrados, como en el sueño REM.
Recuerdo dibujos en blanco y negro en dos planos semiesféricos concéntricos girando en sentido opuesto.
Vomité.
Fui al baño muchas veces. Muy líquido.
Recordé lo de “cúranse y púrganse con ella”.
Bibliografía:
-Fernández Disiel, A. Hallazgos de pipas en complejos precerámicos del borde de la Puna jujeña (República Argentina) y el empleo de alucinógenos por parte de las mismas culturas. Estudios Arqueológicos, 5. Universidad de Chile. Antofagasta (1980).
-Sotelo de Narváez, P. Relación de las Provincias del Tucumán que dío…, vecino de aquéllas provincias, al muy ilustre señor Licenciado Cepeda, Presidente de esta Real Audiencia de La Plata. Biblioteca de Autores Españoles, tomo 183. Editorial Atlas. Madrid (1965).
-Ovalle A. de. Historia del Reyno de Chile y de las misiones y ministerios que ejercita en él la Compañía de Jesús. Colección de Historiadores de Chile, 12-13. Santiago (1888).
-Polo de Ondegardo, J. De los errores y supersticiones de los indios… Colección de Libros y Documentos referentes a la Historia del Perú, 1 serie, vol. 3. Lima (1976).
-Lozano, P. Descripción corográfica del Gran Chaco Gualamba. Departamento de Investigaciones Regionales, 288. Universidad Nacional de Tucumán. San Miguel de Tucumán (1941).
-Metraux, A. Estudios de etnografía chaquense. Anales del Instituto de Etnografía Americana, V. Universidad Nacional de Cuyo. Mendoza (1944).
-Dobritzhoffer, M. Historia de los abipones. Universidad del Noreste. Resistencia (1967).
-Furst, P. Los alucinógenos y la cultura. Fondo de Cultura Económica (Colección Popular, 190). México (1980).
-Bertonio, L. Vocabulario de la lengua aymara. Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social Instituto Francés de Estudios Andinos. Cochabamba (1984).
-Albornoz, C. de. Instrucciones para descubrir las guacas del Piru y sus camayos y haziendas. Fábulas y ritos de los incas, H. Urbano y P. Doviols (eds.). Historia 16. Madrid (1989).