Santa Marta, Taganga, Tayrona, Cartagena y Medellín, Colombia

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20 de agosto

(Partes de este post también están publicadas en la revista Wipe, con algunas fotos más, y se puede ver a partir de la página 17: acá. ¡Gracias Wipe!)

Llegamos a Santa Marta.

oficina de correos de Santa Marta
Oficina de correos de Santa Marta.

 

Nos fuimos a Taganga que quedaba muy cerca y nos parecía más lindo que Santa Marta. En Taganga hicimos ocio de snorquel. Roger tiene una cámara acuática y quedé un poco mareado de exagerar con la apnea.

(Hay que sumarle las estrellitas que veía de tanto aguantar la respiración)

 

Para no ser tan ocioso y recordando mi hobby de Barcelona, me fabriqué una trampa para peces (a lo MacGyver) con un bidón. Atrapé uno y le saqué un par de fotos.

Equetus punctatus
Un pecín y un pezón (Equetus punctatus y Papilla mammaria)

 

Después lo solté entre sus amigos y no los molesté más.

Buceando en Taganga
No sé, parecían amigos.

 

Dactylopterus volitans
Dactylopterus volitans exageraba.

 

En el hostal conocimos a otro argentino y se sumó a nuestro viaje. Se llama Diego, es cordobés, viene viajando hace nueve meses y en Argentina solía ser croupier.

Cómo colarse al Tayrona es algo de lo que muchos hablan, pero que en realidad no pudimos encontrar a nadie que lo haya hecho y nos diera los datos precisos. Entonces tuvimos que juntar datos supuestos. Es un parque nacional que está en manos privadas y, como es caro, parece que la gente en general ve bien el tema de «entrar gratis al Tayrona».

El truco fue el siguiente. Fuimos a Calabazo, una entrada secundaria donde hay guardaparques solo hasta las 14.30. El camino desde Calabazo es duro y cuesta arriba entre la selva. Entrando después de las 14.30 es difícil llegar a algún lugar donde se pueda acampar antes de que se haga de noche. Sobre todo si uno está llevando toda la comida y bastante agua para los días que quiera quedarse. Cuestión que fuimos subiendo por la selva, con la idea de colgar las hamacas entre los árboles cuando se hiciera de noche. El camino más normal es subir hasta Pueblito (unas ruinas de un antiguo pueblo de los indios tayrona) y luego bajar hasta la costa, donde hay camping. Pero antes de llegar a pueblito, Diego propuso desviarnos por un sendero que suponía que iba a Playa Brava. Playa Brava es un lugar que no va casi nadie y que probablemente íbamos a poder dormir sin cruzarnos ningún guardaparque.

Se nos hizo de noche antes de llegar, pero como estábamos cerca y el camino estaba bueno, hicimos la última parte con las linternas. En Playa Brava resultó que hay un lugar para quedarse y nos querían cobrar 11 dólares por colgar las hamacas. Como veníamos decididos a colgarnos en cualquier lado pero al mismo tiempo estábamos un poco en infracción y no daba para hacernos mucho los piolas, terminamos arreglando por 4 dólares. El lugar está muy bueno, es una playa de unos doscientos metros entre una olla de montañas. Es Caribe pero con olas fuertes. Solo hay unas cabañitas elevadas, de madera y paja, pegadas a la playa y entre cocoteros. Colgamos las hamacas debajo de las cabañas. Estuvimos dos días ahí haciendo nada. No mucho más que estar echados por ahí, cocinar y sacar agua potable de los cocos. Estábamos casi solos.

playa brava
Playa Brava.

 

El tercer día salimos muy temprano, para llegar lo antes posible a Pueblito. Los guardaparques de la entrada, intentando controlar que la gente no se cuele, te ponen una pulserita. Queríamos llegar temprano a pueblito para agarrar a la gente que estaba saliendo por ese camino y pedírselas. Fue fácil: los dos primeros grupos que cruzamos nos dieron sus pulseras sin ahorrar simpatía. Las pulseras son de esas que se rompen al sacarlas, pero Roger había llevado pegamento para arreglarlas (truco de «cómo entrar gratis al parque Tayrona» completado). De ahí en más, no nos preocupamos por ningún vigilante. Los siguientes tres días anduvimos por playas paradisíacas. Vi monos tití y pecaríes.

Parque Nacional Tayrona
Parque Nacional Tayrona.

 

Supimos que hay otra forma de entrar, que es por el este. Hay que bajar en la ruta en el puente amarillo y caminar por el río que sale a los naranjos. El río es poco profundo, pero los pies se hunden mucho en la arena bajo el agua. Puede que sea demasiado esfuerzo andar por ahí con las mochilas.

 

30 de julio

Volvimos a Taganga y nos fuimos a Cartagena. El mismo día que llegamos, Diego encontró un amigo local que había conocido de viaje por Bolivia. Hablando de cocaína colombiana le dieron ganas de tomar y me dijo si lo acompañaba a comprar. Yo no tenía un interés particular en el tema, pero lo acompañé igual. Era en un callejón angosto con bastante gente tomando fresco en la calle y charlando. Estaba a dos cuadras de la policía. Nuestro nuevo amigo local me dijo que los policías son muy inocentes, tienen la venta a dos cuadras y no lo saben. Yo le dije que el inocente era él. ¿Cómo no lo va a saber la policía si yo solo hacía unas horas que estaba en Cartagena y ya lo sabía?

Del callejón nos metimos por un pasillo hasta una casita con una familia muy agradable. Me invitaron a sentarme en una mecedora y estuve mirando beisbol con una señora muy gorda mientras mi nuevo amigo hacía sus negocios. En la casa, entre todos los adornos familiares, tenían una heladera con puerta de vidrio llena de cervezas e iluminada con lucecitas de colores. Al final, mi amigo compró solo medio gramo al ínfimo precio de 2 dólares y medio.

 

13 de agosto

En Cartagena estuvimos varios días dando vueltas por la ciudad. Roger y Diego supuestamente estaban buscando trabajo y yo esperando a mis padres que por casualidad vendrán a Colombia a dar unas charlas. Hace casi tres meses que no los veo. Irán a Medellín y pasaré unos días con ellos.

En Cartagena tengo un par de amigos que conocí en Barcelona hace unos años: Angie y Alberto. Un día nos juntamos en la casa de Alberto. En esos días yo me estaba alojando en una habitación compartida con otras cinco personas en un hostal muy barato y un poco asfixiante, y cocinándonos todos los días comidas bastante baratas. Alberto vive en un edificio histórico con vistas al Caribe. Estuvimos tomando buenos vinos y picando algunas exquisiteces. Fue un gran contraste con mi hostal. Alberto también me invitó al paradisíaco hotel de su madre en la isla Barú. No tenía ganas de ir solo y lo dejé para algún momento que pueda ir con ellos. Me trataron muy bien. Angie y Alberto están muy locos y la pasé muy bien.

Vinimos a Playa blanca con Roger y Diego y nos estamos echando a dormir en cualquier lado para ahorrarnos el camping. Comimos sanguches vegetarianos porque se nos cayó la mortadela mientras íbamos en mototaxi.

 

Playa-Blanca
Tranqui.

 

26 de agosto

Con Roger vinimos a Medellín y despedimos a Diego que se volvió a la zona del Tayrona a vivir un mes en el Rainbow, que es un encuentro internacional de hippies. Después de días de esperar a mis padres, nos desentendimos con las fechas y me tuve que venir a Medellín de apuro en un bus de 12 horas. Lo malo es que me podría haber tomado un avión a la mitad del precio del bus, si lo sacaba con dos días de anticipación. Roger se vino al día siguiente (en avión, por supuesto).

Roger está loco. Subiendo al avión se olvidó una navaja en la mochila de mano. En el control le dijeron que no la podía pasar. Como la mochila grande ya la había despachado y no quería perder la navaja, decidió escondérsela en la zapatilla y ponerse unas monedas en un bolsillo. Cuando pasó por el detector de metales sonó, le echó la culpa a las monedas y listo. Ya que estaba, podía haber usado la navaja arriba del avión para amenazar a una azafata para que lo pase a primera.

Mis padres vinieron a dar unas charlas a Medellín y a Cali. Mi madre usó para sus charlas las fotos que sacamos Roger, Nico y yo en la selva venezolana hace poco. Son casas de madera y paja. Ahora yo le saqué unas fotos a mi madre dando las charlas con mis fotos y las volveré a subir a internet, acá mismo.

ciberchozas
Foto de blog de foto de blog.

 

Pasé unos buenos días visitando Medellín acompañando la mirada arquitectónica de mis viejos.

Dato para los que les gusta la palabra enteógenos: en el botánico de Medellín encontré San Pedro y Banisteriopsis caapi (el componente principal del ayahuasca). De la Banisteriopsis bajó una ardilla y la convencí para que se me suba al hombro. Suelen ser muy desconfiadas. Debe haber masticado un poco de corteza.

ardilla
Ardilla enteógena con estados alterados de la empatía.

 

Dato para los más hippies: en el parque Arví se puede acampar gratis. Se puede llegar en bus o metrocable (teleférico). Para que salga barato el metrocable hay que sacarse la tarjeta cívica.

Dato para los terroristas de aviones: ponerse monedas en un bolsillo. 

como ir Santa Marta a Medellin

 

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