Tapón del Darién, Puerto Obaldía y Caledonia, Kuna Yala, Panamá (Cómo cruzar de Colombia a Panamá)

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3 de septiembre

Decidí cruzar de Colombia a Panamá junto con los franceses y la austríaca y su hija.

El viaje en lancha a Puerto Obaldía duró una media hora. En un momento vimos peces voladores, salían del agua, aleteaban a toda velocidad en forma horizontal a unos 30 cm de la superficie y durante unos 20 metros y se volvían a zambullir, parecían colibríes. No sabía que los peces voladores volaban tanto.

Llegamos a Puerto Obaldía y los militares nos recibieron con un control molesto entre paredones y alambres de púa. Nos hicieron separar todas las mochilas en el suelo, cada una delante de su dueño. Después tuvimos que abrir los cierres y nos pidieron que nos alejáramos unos tres metros hacia atrás. Un tipo sacó un perro blanco de una jaula, le hizo olfatear una pelota de tenis y le amagó que se la escondía entre las mochilas. El perro estuvo olfateando todo el equipaje pero no la encontró.

Puerto Obaldía
Puerto Obaldía.

Después del trámite con el perro blanco y sus compañeros verdes, ya eran las 16.05 y migraciones cerraba a las 16. Cuando digo migraciones me refiero a una casucha de madera despintada.

El pueblo nos pareció a todos más lindo de lo que nos habían contado.

Puerto Obaldia, Panama
Calle principal de Puerto Obaldía.

Acampamos en la punta de una bahía donde había pastito corto, palmeras, rocas en el agua y olas suaves. Era al costado del pueblo. A lo lejos, todo lo que no era mar era montaña con selva. Cocinamos pasta en la orilla, sobre el pasto. Después de comer colgué la hamaca con el mosquitero entre dos palmeras, junto al mar, pero en mitad de la noche tuve que trasladarla bajo el techo de un restaurante abandonado porque había mucho viento y relámpagos.

campamento Obaldía
Me desperté último y no llegué a fotografiar el campamento.

Al día siguiente hicimos los trámites de migración donde teníamos que mostrar plata o tarjeta de crédito. (Actualización 2019: ahora piden que tengan 500 dólares por persona y, en raros casos, pasaje de salida; pero no siempre cuentan la plata ni confirman el pasaje, depende de quien te atienda y, lamentablemente, de la cara del solicitante. Aunque son varios los que rebotan, no son muchos en comparación con todos los que lo logran).

En puerto Obaldía ya estábamos en la Comarca Kuna Yala (ahora Guna Yala). Abarca más o menos la mitad de la costa Caribe de Panamá junto con las 360 islas del archipiélago de San Blas. Pertenece a los indios Kuna. Tienen mucha autonomía, con una mínima injerencia del gobierno Panameño. La ley Kuna dice que ningún extranjero puede hacer negocios ni tener propiedades en la comarca. Hay alrededor de cincuenta islas habitadas.

Desde cualquier lugar de la región te quieren llevar en lancha directamente a Cartí y desde ahí se puede seguir en 4×4 hasta Panamá City. La lancha cuesta 100 dólares y la camioneta otros 25. La avioneta de Puerto Obaldía a Panamá City cuesta menos, 90 dólares, pero estaba completa para las siguientes dos semanas. Ese día había una sola lancha y nos quería llevar directo a Cartí (por supuesto). La austríaca y yo le pedimos que nos dejara en Caledonia y nos costó mucho convencerlo. Recién sobre la hora lo logramos. Nos cobró 35 dólares. Ni siquiera sabíamos muy bien qué era Caledonia, pero suponíamos que era la primera isla del archipiélago.

madre soltera con coraje
Aprendiendo.

El viaje duró una hora y algo y nos compadecimos de los franceses y del resto de los pasajeros que todavía les quedaban 7 horas más hasta Cartí, a los saltos violentos en la lancha, en bancos de madera, llenos de sal por las salpicaduras y al rayo del sol.

Unos metros antes de llegar a Caledonia lo único que veíamos eran chozas de paja y caña que parecían estar sobre el agua pero que evidentemente estaban en una pequeña isla. En la zona había otros islotes que frenaban las olas y el mar planchado parecía un río de llanura. Cuando vimos algunos plásticos y cáscaras de bananas flotando, el motorista se puso a explicar que los indios tiran todo al agua. El ambiente era extrañamente tranquilo y hasta lo que dijo el tipo parecía un comentario mañanero de alguien que recién se despierta. Era como si habláramos en voz baja.

Caledonia
Caledonia.

Cuando bajamos del bote yo tenía la cara y los brazos llenos de sal. Uno de los pasajeros nos preguntó si nos íbamos a quedar ahí. Le dije que sí mirando hacia las casas de paja y entonces, por un momento, dudé si éramos bienvenidos.

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