Marruecos 2006

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(Otra vez en Marruecos. Esta vez con mi ex)

Estábamos en el pequeño y polvoriento pueblo de Merzouga y habíamos conseguido a un tipo local que prometió guiarnos en el desierto. Por la tarde cargamos comida y muchos litros de agua en las monturas de los camellos y salimos hacia las dunas altísimas.

sombras de camellos
Dalí que vamos…

Mohamed hablaba árabe, bereber y francés. Yo nada de eso, pero Beta se defendía con el francés y así pudimos comunicarnos.

Un poco me preocupé: estábamos yendo al medio del desierto con una persona que no conocíamos para nada. Aunque su ropa árabe azul con su turbante también azul me hacían sentir cierta armonía en la situación.

Algo antes de la caída del sol llegamos a un oasis. Era un parche verde en la sábana de dunas que en ese momento se veían rojizas por el atardecer. Había palmeras y jaimas (esas carpas de nómades bereber, hechas de palos y lonas marrones). No habría más de cien metros desde la primera palmera hasta la última.

oasis
Pensé que iba a desaparecer como en las caricaturas

Ahí había más gente, no mucha.

argelina
Esta foto es un poco turbante

Nosotros nos instalamos y Mohamed preparó tajine para comer.

luz de la vela luna
Cenamos a la luz de la vela/luna

Después nuestro guía se metió a dormir en una jaima y nosotros nos acomodamos entre mantas a la intemperie, mirando las estrellas del desierto.

A la mañana siguiente la gente que estaba en el oasis empezó a caminar para el lado de Merzouga y nosotros seguimos hacia el este, hacia el desierto negro, cerca de alguna frontera imaginaria con Argelia.

camello con piercing
Al del piercing nos costó levantarlo tan temprano

Recuerdo que me quedé pensando sí alguna vez iba a poder conocer Argelia. En aquel momento todavía no se sabía mucho si había terminado la guerra civil allá.

También recuerdo que la mañana era fresca y que el camello era cómodo.

En un par de horas llegamos al desierto negro. Era una extensa superficie plana y polvorienta, con algunos arbustos raquíticos. No era muy negro.

desierto negro
De cierto negro

Después no nos cruzamos casi nada por un buen rato. Solo un camello que andaba suelto, sin montura y sin marcas y que se nos quedó mirando cuando pasamos cerca.

Camelus dromedarius
Hola

Hasta que llegamos a una jaima junto a una casa de barro. Ahí vivía una familia nómade y era nuestro destino del día.

familia nomada
Barro tal vez

Nosotros descendimos de los camellos y nos instalamos bajo la carpa, y la familia nos dio de comer a cambio de algunos dírhams.

África
Gracias

Después del té, Mohamed dijo que iba a algún lugar que no comprendimos y se fue caminando hasta que lo perdimos de vista en un espejismo ondulante que borraba el horizonte. La familia también desapareció dentro de la casa de barro y nosotros nos echamos a descansar un poco, sobre unas lonas bajo el techo de la jaima, que tenía sus laterales levantados para dejar pasar el viento. El día se estaba empezando a poner muy caluroso.

quería jorobar
Un camello vino a jorobar

Más que caluroso: una temperatura que no nos dejaba con muchas ganas de movernos.

Después empeoró. Era pleno verano en el desierto del Sahara y el calor que hacía a la sombra de la carpa no lo había sentido nunca en mi vida. Había viento, pero un viento caliente que apenas me dejaba pensar. Me lo imaginé a Mohamed caminando bajo el sol.

En un momento empecé a preocuparme por Beta: yo le preguntaba si estaba bien y ella, acostada con los ojos cerrados, me respondía con un murmullo. Entonces me puse a echarle chorritos de agua en la cabeza, aunque enseguida me di cuenta que era inútil: se secaba en segundos, el agua desaparecía, se la llevaba el viento caliente. De todos modos ella me lo agradeció y me dijo que estaba bien, que solo necesitaba descansar. Yo también me quedé sin fuerzas y me adormecí.

Al rato me desperté sintiendo que una pierna me quemaba y entendí que había pasado el tiempo, que el sol había avanzado y que ahora me daba de lleno en la piel. Pero cuando intenté moverme vi que no, todo mi cuerpo seguía a la sombra, el ardor en mi pierna era solo el viento caliente.

En algún momento empezó a bajar la temperatura y un rato después llegó Mohamed. Tomamos té que nos preparó la familia nómade y nos quedamos charlando.

té con maní
Té con maní
cabrito en bandeja
Y con cabra

A pesar de lo poco que nos podíamos comunicar, sentí que nuestro nuevo amigo bereber me caía muy bien.

Cuando el sol ya estaba bajando volvimos a montar en los camellos. Beta y yo, como por arte de magia, nos sentíamos recuperados y con ganas de seguir viaje.

Entonces empezamos a regresar hacia el oeste. Salimos del desierto negro y volvimos a subir a las dunas inmensas.

Erg Chebbi
Mucha arena

Esa última noche antes de volver a Merzouga dormimos en otro oasis. Este era mucho más chico, no tenía palmeras y no había nadie. Solo había un pozo de agua, unos arbustos y tres jaimas. En una de las jaimas durmió Mohamed. Nosotros volvimos a dormir bajo las estrellas.

Y eso fue la mejor parte de nuestra luna de miel.

Erg Chebbi, Morocco

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