Flores y Cueva de Santa Elena, Guatemala

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18 de diciembre

 

Mi habitación estaba debajo de un doble techo, o algo así, donde había muchos murciélagos. Chillaban todo el día, pero a la noche se transformaban en unos cantos estridentes que al principio no me dejaban dormir bien, después me acostumbré. Un día entró un murciélago por la ventana y revoloteó por la habitación hasta que el radar no le detectó el ventilador de techo e hizo toink! y quedó medio boleado sobre una cama. Lo agarré y lo metí en una bolsa. A la mañana siguiente lo dejé en un arbusto, se arrastró y se quedó ahí adentro.

espanta murcielagos
Teníamos un espantamurciélagos, pero no funcionaba.

Después me fui a dar unas vueltas por Santa Elena —que es el pueblo que está frente a Flores, en el borde del lago— y me enteré que por ahí había unas grutas. Fui caminando pero no entré porque era medio tarde. Le pregunté al tipo de la puerta hasta dónde llegaba la cueva y me dijo que el paseo era como de una hora. Le pregunté si había lugares para meterse y me dijo que al final de la cueva estaba la ruta secreta a San Benito, pero que eso no estaba habilitado para visitar. —Ahí es muy fácil perderse —me dijo.

Estuve un par de días tratando de encontrar a alguien que me acompañe a la gruta, pero nadie quiso (Nico ya se había ido a México hacía unos días). Finalmente fui solo y como es un poco estresante el tema de meterse solo (por la posibilidad de perderse) me compré dos rollos de tanza para pescar de 100 metros para marcar el camino de vuelta.

Caminé hasta la gruta y me puse a charlar con el de la entrada; le volví a preguntar por la ruta secreta a San Benito y me volvió a decir que era fácil perderse ahí, que había demasiados túneles, que hace poco un español estuvo perdido desde las tres de la tarde hasta las 11 de la noche. Le pregunté si no había ido a buscarlo y me dijo que sí, que había ido tres veces, pero que quién sabe por dónde andaría metido. Me despedí de él y entré, pero salí enseguida. Yo había ido con una linternita y un celular con luz, pero me pareció que no era suficiente. Salí y le alquilé al tipo una linterna más grande (me pareció que me miraba con cara de ya sé que te vas a meter en la ruta a San Benito). Entré y me dio un poco de no sé qué sentir lo mínimo que iluminan las linternas cuando los ojos todavía no están acostumbrados y ver lo difícil que parece ubicarse al principio hasta en la parte turística. Estuve un rato dando vueltas hasta que encontré un agujero con un cartelito que decía ruta secreta a San Benito. Até la punta de una de las tanzas a una estalagmita y me metí. Toda la primera parte era en subida y había que ir en cuatro patas por unos 10 metros. Finalmente salí a una cueva muy grande. Después pasé una cueva larga y me metí por un camino a la derecha trepando por unas rocas que no salían a ningún lado y ya se me había acabado la primera tanza. Retomé por una pendiente y encontré un agujero muy chico por donde salía un mínimo vientito. Pensé: es acá. Até la segunda tanza y me metí. Eran solo unos dos metros pero era bastante ajustado; había que pasar arrastrándose bien cuerpo a tierra. Después se ampliaba y seguía varios metros más. Terminaba saliendo a otra cueva más o menos grande. Agarré para la izquierda y era camino errado; volví tratando de recoger la tanza como podía —se me enganchaba en todos lados—. A la derecha había otro túnel y salí a otra habitación. Ahí seguí para adelante, pero tampoco se podía continuar. Volví y agarré un camino hacia atrás y a la derecha. Hice unos metros y se me acabó la segunda tanza. En ese punto, el camino se dividía para varios lados. Exploré algunos y me decidí por uno que salía a la izquierda con un salto hacia abajo. Avancé un par de cuevas más y se dividía en dos agujeros. Decidí que hasta ahí me iba a meter sin tanza porque cuando miraba hacia atrás ya dudaba un poco. Empecé a volver y vi un número 15 en la roca, escrito en aerosol naranja. Caminé apurado dudando un poco del camino y con la ansiedad de volver a encontrar la tanza. Lo que voy aprendiendo de estas cuevas es que los lugares complicados son cuando uno sale de un túnel a una habitación grande. Cuando intento volver, es difícil entender por cuál agujero fue que salí a esa habitación. Encontré la tanza y fui deshaciendo el camino que ya se me empezaba a hacer familiar. Después encontré otros números naranjas en cuenta regresiva que estaban puestos para que se vean mejor volviendo. En un momento, me resbalé en una pendiente, se me cayó la linterna, se apagó y me quedé totalmente a oscuras. Una oscuridad que no te ves ni los pensamientos. Busqué mi otra linternita, la prendí y vi que la grande se había desarmado y una de las pilas había rodado muy lejos por la pendiente. Me costó un buen rato encontrarla.

Al salir de la ruta secreta a San Benito, me encontré a cinco adolescentes guatemaltecos (tres chicas y dos chicos). Me preguntaron de dónde salí y les conté. Les pregunté si querían ir y aceptaron. Entramos e increíblemente hasta pasaron por el túnel estrecho ensuciándose bastante. Ahora el camino se me hacía muy obvio. Ya bien adentro, me preguntaron cuantas veces había estado ahí y les dije que era la primera vez. Me dijeron que entonces por qué me estaban siguiendo y les dije que yo también estaba sorprendido de que me siguieran. Nos reímos y les propuse que encuentren el camino de vuelta solos. No hubo forma, le erraron desde el principio. Me senté en una roca y les dije:

—Yo los espero acá.
— ¿Qué, vos te vas por otro lado? —me dijo una.
—No, en un ratito ustedes van a volver a pasar por acá.
—Ah! Estamos en mal camino.
—No puede ser —dijo otro— si vinimos derecho.

Yo me reí por lo extraño del concepto de ‘derecho’ en esa cueva y les mostré el hueco por el que habíamos salido.

—No, nosotros no pasamos por ahí— dijo otra, pero se convenció cuando ya estaba adentro.

Actun-Kan
Vinimos derecho.

 

Al salir de la gruta nos sacamos fotos y nos pasamos los facebooks. Devolví la linterna al tipo de la entrada después de dos horas ahí adentro de la gruta y me dijo: al final sí que te metiste a la ruta de San Benito, ¿hasta dónde llegaste? Le dije que hasta la marca 15 y me dijo que la salida estaba en la 60. Me faltaba un buen rato.

Otro día me lo encontré a Roger que ahora sí se iba para México.

Roger
Roger todos los días me decía que se iba para México pero me estaba bicicleteando.

Y otro día llegó un circo.

gato encerrado
Decían que tenían pitufos de verdad, pero ahí había gato encerrado.

 

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