No supe entrar a la mina de Potosí

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La descompostura había durado solo doce horas y desde entonces no volví a ir al baño. Y así, después de dos o tres días de bloqueo intestinal, me di cuenta de que tenía que dejar de tomar las pastillas contra la diarrea; evidentemente, la falta de oxígeno en el aire liviano de Potosí y sus cuatro mil metros de altura no me estaban dejando pensar bien, por momentos me sentía como en un sueño y por momentos simplemente me sentía estúpido.

Una mañana, cuando salíamos del hotel a dar una vuelta por la ciudad, nos cruzamos a las dos argentinas que estaban entrando.

–Justo estábamos saliendo –dije a Ojos Oscuros.
–Qué lástima.
–Mirá que me quedo.
–Dale –contestó sonriendo.
–Y vamos para tu cuarto.
–Dale.

Me reí, se rió y asumimos todo como un chiste. Yo seguí camino con mis amigos y ella con su amiga.

Esa misma noche las dos argentinas viajaron hacia Oruro y nosotros hacia La Paz.

–¡Cómo dormiste! –dijo Andrés cuando ya estábamos en el bus.
–¿Por?
–La piba estaba entregada.
–Mmm no sé, no me pareció.
–Flor de apurada que te pegó hoy a la mañana.
–Era joda.
–Igual le tendrías que haber dado para adelante. Que arrugue ella, en todo caso.
–Sí, capaz que sí, tendría que haber seguido con la apuesta, ¿no? Capaz que iba en serio… ¿Vos que decís, Mariano?
–Estaba entregada… En un momento le preguntaste qué era lo que más le gustaba y te dijo “Poto sí”.

Nos reímos.

–Dormiste –concluyó Mariano coincidiendo con Andrés.
–¿Vos qué decís, Pablo?
–Qué sos un pelotudo.

Una pena porque me gustaba.

La Paz es un caos, eso también me gusta.

boliviano durmiendo
Hay varias formas de dormir con una turista

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