Rurrenabaque, Bolivia

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14 de junio

Los piquetes desaparecieron y seguí hacia el norte. Ya estoy en la selva.

El viaje por las yungas fue duro, la mayor parte era un camino de tierra angosto que va por acantilados: paredes de rocas a la derecha y caídas de centenares de metros hacia la izquierda. El bus a veces iba a paso de hombre para calcular bien la distancia al borde pisando a pocos centímetros del abismo. Daba miedo. Un buen trecho lo hicimos de noche y del abismo solo alcanzaba a ver las copas de los árboles veinte metros hacia abajo iluminadas por los faros del bus. Y de ahí en más, la oscuridad interrumpida cada tanto por luces muy chiquitas de casas profundamente lejanas. Parecían estrellas. Sí, daba mucho miedo. Por momentos trataba de imaginar que todo a mi izquierda era un lago oscuro que reflejaba el cielo. Y también pensaba: bueno, si muero ni me voy a dar cuenta. Y también pensaba que pasan muchísimos buses por ahí y muy pocos se caen. Y todas esas cosas tranquilizadoras, y entonces entrábamos en otra curva hacia la izquierda y las dos ruedas parecían pisar el borde exponiendo parte del chasis al acantilado de rocas angulosas. Las curvas a la izquierda eran las peores, ni siquiera tenían árboles, solo vértigo. Y la forma de conducir en ese tramo es curiosa: manejan por la izquierda como los ingleses. Aparentemente es para que los conductores queden en los lados externos y puedan calcular mejor el borde. Pero eso era cuando cabían los dos vehículos, que fue pocas veces: la mayor parte de las veces, uno de los dos (generalmente el que venía en bajada, aunque no siempre) tenía que volver marcha atrás hasta encontrar un lugar donde entraran ambos.

En fin, ya estoy en Rurrenabaque. Acá es todo diferente. Cada tanto tengo que hacer esfuerzo para recordar que estoy en Bolivia: el calor, el olor a selva, los árboles con hojas grandes, la tierra, los bichos, las indias con los pelos sueltos y en cuclillas, y esas cosas.

Niño corriendo el bus
Diferente.

Me hospedé en un hotel de dos pisos con habitaciones rodeando un patio. Ahí conocí a una pareja de chilenos con los que estuve planeando ir unos días a caminar por la selva. Hoy charlamos con un ex guía que solía llevar a turistas. Nos prometió conseguir algún local que nos acompañe para no perdernos. En un momento, charlando de situaciones laborales, el ex guía me contó de otro ex guía que cambió su vida para dedicarse a capturar peces autóctonos para acuarios (siempre me gustaron los peces y no sé por qué).

Fui hasta su casa. Se llama Raúl y tiene instaladas nueve peceras enormes. A su mujer no le hace gracia que gaste plata en los peces, pero ahora está más tranquila porque los está vendiendo a acuarios. Los manda por avión a La Paz. Como Raúl no hace mucho que está en el tema le di un par de consejos con algunos problemas que tenía y el nombre científico de un pez que no podía identificar (era un Crenicichla). Al final nos quedamos charlando toda la tarde de acuarios y me invitó a charquear para mañana.

Río Beni
El Beni. 

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4 Comments

  1. Con razón se te veía tan contento cuando viniste a Salta.
    Además, ese día usaste waders.
    Un abrazo.
    Leonardo.

  2. estubo por los yungas, por el llamdo camino de la muerte, es tal cual lo describis, fui adelante con el colectivero para ver mejor, casi volcamos y se me escapo una puteada, ja, llegue a chirca, me encanto, el ex gobernador tenia una casita hi y va a dscansar y a escribir, hay muy poca gente, todos muy amables, me regalaron queso y tomates, subi un poco mas, a unas cabañas, el lugar era magico, increible

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