El poder de la nada

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Cruzamos a Bolivia por Desaguadero, un lugar con una incontable variedad de colores grises. Después pasamos por La Paz para seguir rumbo al norte, bajando del altiplano hacia la cuenca del Amazonas. Transitamos una vez más por el camino de la muerte, un lugar que siempre olvido evitar, un largo precipicio disfrazado de camino. Son las yungas: neblina, lluvia, acantilados, ruedas que pisan una tierra que se afloja con el agua, carcasas de buses despeñados cientos de metros hacia abajo.

Estuvimos en Rurrenabaque, en la selva. Ahí recuerdo haber preguntado por ayahuasca a una chamana. Me respondió que no era zona, que ella solo tomaba floripondio y que cuando lo hacía se ataba a un poste para no lastimarse.

originarios bolivianos
Selva

Al emprender la vuelta hacia La Paz, a nuestro bus se le estropeó una rueda. Fue cerca del mediodía y el arreglo se prolongó más allá del almuerzo. Al anochecer decidimos pagar un hotel. Dormimos en colchones de paja. El de Andrés tenía bichos. Tuvo que rascarse mucho.

te queda muy mono
Te queda muy mono.

Al día siguiente el chofer y un mecánico seguían arreglando la rueda. Entonces, un poco por la espera que ya estaba excediendo las veinticuatro horas y otro poco por no tener ganas de hacer el camino de la muerte con una rueda dudosa, decidimos abandonar el lugar y desviarnos a San Borja, hacia el noreste, en el departamento del Beni. Ahí tuvimos que esperar tres días más al siguiente transporte a La Paz.

yunta de bueyes
Ahí no conocimos mujeres, pero le hicimos dedo a una yunta de bueyes.

Después de La Paz, ya en camino a Uyuni, nuestro bus se detuvo en Challapata, exactamente en el mismo lugar en el que Andrés había quedado varado dos años antes por el conflicto ancestral entre los laimes y los qaqachacas en una situación en la que le costó una semana salir de Bolivia. Si en aquel momento un corte de ruta con ataúdes y dinamitas era algo digno de sorpresa, mucho más era encontrarnos con el mismo piquete dos años después.

Pero claro, la estabilización del conflicto había hecho que los conductores de los buses desarrollaran ciertas mañas. Digo esto porque lo que sucedió fue que no estuvimos mucho tiempo en el piquete, solo hasta el anochecer. Con la oscuridad, nuestro chofer de turno arrancó suavemente el bus regresando un par de kilómetros hacia el norte, para luego bajar de la ruta y seguir a campo traviesa en dirección sudeste. O tal vez no fuéramos a campo traviesa y en realidad estuviéramos siguiendo una huella. Era difícil de saber por el hecho de que íbamos con las luces apagadas. Una situación que en este caso no era tan grave debido a que estábamos en plena luna llena.

En un momento nos detuvimos en el medio del campo plateado. El silencio y la concentración del olor a coca masticada me hicieron bajar del bus y preguntar a uno de nuestros choferes si había algún problema.

–Es que nos sigue un camión.
–Ah…
–Pero no hay inconveniente, ya fue mi compañero a decirle que apague las luces.

Parece que el problema eran las luces y la posibilidad de que nos detectara la gente del piquete.

Durante un rato todo siguió con la normalidad de ir en un bus por el medio del campo. Así fue hasta que la luna empezó a ponerse roja. Porque sí, esa noche, la del 20 al 21 de enero del año 2000, hubo eclipse total de luna. Y entonces sentí que algo en toda esa situación era exagerado. Los laimes, los qaqachacas, nuestros choferes, el camionero, el campo, las luces apagadas, el eclipse, algo. O todo. De pronto me sentí como en un sueño. La única razón por la que sabía que no estaba soñando era que esa duda solo se tiene en los sueños.

Con la luna roja la noche se puso oscura, pero la solución fue simple: el chofer prendió las luces (ya estábamos lo suficientemente lejos de la ruta como para que la gente del piquete no nos viera).

Así fue que avanzamos a un ritmo aceptable (el que podría esperarse de un bus y un camión bajo un eclipse) hasta detenernos delante de dos montículos de tierra de más o menos metro y medio de altura. Al bajarme a ver el camino y los obstáculos iluminados por los faros del bus, comprendí que no íbamos a campo traviesa guiados por las estrellas, sino siguiendo una huella que terminaba en dos montañas de tierra.

–¿Y ahora qué?
–Mi compañero fue a preguntar al camionero si tiene una pala.

No hizo falta. Antes de que llegara la pala o la noticia de su ausencia, dos hombres bajitos aparecieron como de la nada para informarnos que ese par de montículos eran suyos, y que, si les dábamos cierta cantidad de dinero, ellos podían explicarnos cómo esquivarlos sin alertar a la gente del piquete.

Solo hubo que hacer una vaquita entre todos los pasajeros para seguir viaje.

Al amanecer ya estábamos en Uyuni.

Esa misma mañana convencimos a dos danesas y a dos australianas de la isla de Tasmania para que vinieran con nosotros a un tour de cuatro días por el salar y las lagunas, en camioneta con un chofer y una cocinera. Al mediodía ya estábamos en marcha, comimos los hongos y viajamos por lugares deslumbrantes.

parte inundada del salar
Caminamos por las nubes.
salar de Uyuni
Andrés quería robar una de mis chicas.
Isla del Pescado del salar de Uyuni
En la zona de la isla del pescado no había ningún pescado.
termas de Uyuni
El agua se convirtió en termal después de que entraron las danesas.
cementerio de altura
Un cementerio muerto.
neozelandesa
Laguna mental.
ecuación de campo en cementerio de trenes de Uyuni
Un pesado tren curvaba levemente el espacio-tiempo.

En algún momento, recorriendo planas lagunas a 5000 metros sobre el nivel del mar, quedé como hipnotizado mirando una virgen colorida que oscilaba en el espejo retrovisor sobre un paisaje de suaves y onduladas montañas desérticas, y entonces sentí que amaba profundamente a Latinoamérica, y que eso era por la gran fusión cultural, una mezcla que hablaba del extenso poder de la nada misma. O algo parecido. Luego intenté decírselo a Andrés pero no encontré las palabras adecuadas.

Después de Uyuni casi no paramos hasta Buenos Aires. Ahí volvimos a encontrarnos con las australianas. Nos pidieron ir a ver fútbol. Las llevamos a ver Boca – Independiente en cancha de Independiente. Boca ganó 3-1.

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