Tercer día en el Choro Trek

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A la mañana siguiente Mariano salió como una locomotora (como siempre) y decidí que tenía razón, estábamos muy colgados, estaba bueno ir disfrutando tranquilos pero ya era hora de avanzar más rápido, no podíamos quedarnos tantos días, se iba a acabar la comida. Pero tampoco duró mucho el buen ritmo, las rodillas dolían; habían sido tres días en bajada y no recuerdo qué zapatillas estaba usando pero probablemente algunas no mucho más gruesas que unas Converse; por momentos deseábamos que el camino subiera un poco y que aflojara la tortura en las rodillas. Sobre el final del día tuvimos problemas en encontrar lugar donde acampar; el camino era angosto, inclinado, con montaña a la izquierda y precipicio a la derecha. Y esta vez el conflicto mayor no fue entre Andrés y Pablo, sino entre Mariano y yo. Ni siquiera recuerdo por qué discutimos (cualquier pavada probablemente) pero sí recuerdo que Mariano se fastidió, aceleró el paso y desapareció hacia adelante. Yo no pude o no quise seguirlo.

Finalmente, el único lugar plano que encontramos para acampar fue sobre una tumba que encontramos al costado del camino.

Se hizo de noche, entramos en la carpa y se largó a llover. Me quedé un rato pensando en el cadáver del indio que estaba abajo de nosotros, y en Mariano, en algún lugar oscuro, bajo la lluvia.

acampando en un cementerio indio
Seguíamos siendo cuatro

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