Argentina y Bolivia 2016-2017

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Ahora empieza el viaje propiamente dicho. Hacia el norte, la única dirección que más o menos tenemos planeada. Partimos en tren de Buenos Aires a Santiago del Estero. Fuimos en camarote, que es algo muy agradable para viajar en pareja. Salimos de noche. Las luces de la ciudad fueron entrando a través de la ventana, una detrás de otra, como fotocopiándonos los cuerpos. El viaje duró veintitrés horas. Dormimos, miramos el paisaje, nos reímos mucho, porque eso siempre ocurre con Vanesa y porque nos entretuvimos con algunos capítulos de Rick and Morty en la laptop.

como ir en tren a Santiago del Estero
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En Santiago del Estero pasamos unos días atípicamente lluviosos. Vanesa actuó en un show de stand up junto a Dangero Ponce y a Oshko Herrera. Estuvo muy bien.

stand up en Santiago del Estero

Después seguimos a dedo hacia Catamarca. El siguiente objetivo del viaje es conectarnos con el achuma (Trichocereus terscheckii, sinónimo: Echinopsis terscheckii), el San Pedro del sur, el cactus visionario de los alucinógenos indios del noroeste argentino. El primer día nos acercamos a la Facultad de Antropología de la Universidad de Catamarca. Hablamos con un par de profesores entendidos en etnobotánica. Hay una cuestión de evidencia arqueológica que no me estaba quedando clara y necesitaba consultar con los expertos. Ya lo explicaré mejor.

Ayer, después de varios intentos, pudimos encontrarnos con Marcelo, un contacto invaluable que me pasó un amigo de Buenos Aires. Marcelo heredó la tradición del achuma de su padre, su padre de su abuela y su abuela de su bisabuela. Eso es lo que más me interesa, rastrear el uso tradicional del cactus.

Nos costó encontrar a Marcelo. Vive en un bosque en la montaña, con su mujer y sus dos hijas, en una cabaña que él mismo construyó. Fue difícil dar con el camino que conduce a su casa, en un valle donde ni hay señal de celular.

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Marcelo no es chamán de profesión, no trabaja de eso. Simplemente aprendió de su padre y siempre ha preparado el achuma para él mismo o para sus amigos. Me contó que ahora hace más de diez años que no lo hace. Su padre tampoco se dedicaba al chamanismo. Su abuela sí.

Le pregunté si sabía de alguien más que hubiera heredado la tradición del achuma en Catamarca. Me dijo que podía ser, pero que él no conocía a nadie.

Este fin de semana iremos con Marcelo a caminar por la montaña.

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