El hambre es negro y negra su herradura

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A Marcelo le salió un trabajo y tuvo que viajar. Al día siguiente llegó mi primo Andrés que decidió usar sus vacaciones para sumarse a nuestro viaje durante una semana. Entonces nos fuimos hacia el oeste, hacia los Andes, a la zona del bolsón de Fiambalá, una región alta donde abunda el color de la tierra seca. El achuma tendrá que esperar unos días. (O click acá para saltar hasta el encuentro del cactus visionario)

norte de Fiambalá

El transporte público solo llega hasta el pueblo de Fiambalá. Ahí dormimos dos noches. El segundo día fuimos a las termas, una cadena de piletones de piedra con agua que va bajando de temperatura de a uno o dos grados mientras desciende por la montaña (Vane es fan de las termas y del agua en general). Fuimos a dedo. Podría haberme quedado una semana en las termas, pasando de pileta en pileta, hacia arriba y hacia abajo. En las más calientes solo se puede estar unos segundos. Temí que se me desintegrara la malla. También pensé en la radiación. Sé que hay uranio por ahí.

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Después seguimos a dedo hacia los pueblitos del norte del bolsón. Son poblaciones muy pequeñas, grupitos de casas conectadas por un camino de tierra en forma de herradura. Nos llevó Manuel Aguirre en su camioneta.

a dedo por el norte de Fiambalá

Pasamos por Saujil, Palo Blanco, Mesada de Zárate y paramos un par de horas en Antinaco. Manuel nos contó que las familias ahí son casi todas collas y algunas diaguitas con apellidos raros. Él mismo es colla. Me convidó hojas de coca. Me dijo dónde comprarlas.

Antinaco

Finalmente nos dejó en el pueblo de Medanitos con un amigo que nos ofreció quedarnos a dormir en la casa que había sido de sus padres y que ahora vive su hermana. El rancho quedaba en Nacimientos, un caserío a unos kilómetros al norte de Medanitos, junto a un inesperado bosque de algarrobos rodeado de terrenos muy áridos. El rancho tenía piso de tierra, paredes de adobe y techo de cañas, barro y algarrobo. En una de las paredes había un almanaque de 1980. Al atardecer tomamos mate y comimos pan junto a una anciana, una mujer, una joven y una niña. Esa noche no hubo cena. Y fue silenciosa y oscura. Echados en la cama, daba lo mismo cerrar o abrir los ojos.

rancho de adobe

Al día siguiente fuimos a dedo hasta Tatón, ya saliendo del bolsón y entrando en las montañas. Llegamos a las nueve de la mañana casi congelados en la caja de una camioneta.

frío en camioneta

Caminamos entumecidos hasta una casucha donde parecía haber gente. Entonces preguntamos sí había algún lugar dónde desayunar. Nos dijeron que no y nos hicieron pasar. Eran los maestros de la escuelita del pueblo, desayunando pan y mate cocido parados alrededor de un latón con brasas. El director de la escuela ordenó que nos sirvieran el desayuno, sin saber (por supuesto) que su hermano moriría al día siguiente, a decenas de metros de nosotros tres y a kilómetros del resto del mundo.

Bolson de Fiambala

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