Atravesamos el Parque Nacional Calilegua en el bus destartalado. Primero por selva de pedemonte, luego por selva de montaña y, arriba de todo, por bosques de montaña. Luego el camino desciende hasta San Francisco, en la parte alta de las yungas. Ahí bajamos y acampamos.
Al día siguiente, con la ayuda del GPS, caminamos hasta las termas del río Jordán. El sendero arranca a un par de kilómetros del pueblo, volviendo por la ruta hacia el sur. La picada sale hacia la derecha y son dos horas bajando por la selva.
El lugar es sorprendente. La temperatura del agua solo ronda los treinta grados, pero las termas son totalmente naturales y de tonos turquesas y el paisaje que las rodea está formado por paredes rocosas y selva. Es justo donde el río Jordán (que en esta época está seco) se junta con el río Valle Grande (23°39’54″S; 64°57’16″O). Las fotos se quedan cortas, porque se nos rompió la cámara y solo pudimos sacar con el celular (y porque las fotos en general carecen de algunos contextos).
Subir un poco por el cauce del Jordán también tuvo lo suyo.
Después de San Francisco seguimos en el bus destartalado hacia Valle Grande y luego en camioneta hasta Valle Colorado. Ahí termina la huella. Dormimos en una casa de adobe. La idea era seguir al día siguiente a pie, por un antiguo camino de piedra construido por los incas, hasta Santa Ana y de ahí una vez más en camioneta hacia Humahuaca, conectando las yungas con la puna, pero nos pareció poco prudente: nuestras mochilas estaban bastante pesadas, era todo el camino cuesta arriba hasta 3500 metros sobre el nivel del mar, podíamos apunarnos en ese camino tan solitario y ahí las noches son muy frías. Había una posibilidad de alquilar una mula por solo 400 pesos para que nos llevara las mochilas, pero calculamos mal la plata, recién en Humahuaca hay cajero y no llegábamos con el efectivo. Decidimos hacer el sendero incaico sin las mochilas y regresar por el mismo camino.
En lo más alto vimos siete cóndores (Vultur gryphus).