Psicodelia en Yavi y Yanalpa

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De Humahuaca fuimos hasta La Quiaca y de ahí, en un pequeño bus, hacia el este, hasta Yavi. Acampamos varios días en el camping de ese pueblo tan pequeño y tranquilo. Conocimos a Ariel, El Pela, un pibe muy buena onda de Haedo, que dejó todo para poner un hostal ahí, y a David, un extraño y querible gendarme que hizo el servicio militar en Israel, usa ropa generalmente verde (excepto la kipá) y cree en Jesús.

Un día David nos invitó a comer asado de pata de carpincho en El Mirador, el hostal de El Pela. El carpincho lo había cazado otro gendarme en Formosa. Nos pareció una muy buena propuesta.

En algún momento, mientras la pata se doraba a las brasas, desde la altura del Hostal vimos un pequeño camión rodar por la polvorienta calle de entrada a Yavi. David se acercó y lo detuvo con señas de gendarme. Entonces el chofer, que casualmente era el dueño de un hostel de La Quiaca, metió el porro en la guantera y frenó.

El dueño del hostel venía haciendo donaciones por caseríos con un par de amigos y David los invitó a todos al asado.

Un par de horas después, entre vino y vino, el dueño del hostel de La Quiaca fue a buscar el porro a la guantera. Otro par de horas después, confesó que David era el mejor gendarme que había conocido.

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A la noche, en algún momento en que }david no andaba cerca, lo encaré a El Pela.

–Vos que lo conocés hace tiempo, ¿David es realmente gendarme?
–¿Te digo la verdad? No lo sé.

Ese mismo día El Pela nos recomendó que camináramos por el río Yavi (también llamado Casti) hacia el norte, río abajo.

Fue lo que hicimos a la mañana siguiente después de tomar un té de San Pedro.

Una vez más nos siguió un perro negro y fue un viaje alucinante, claro, un río que corta con vegetación las montañas secas.

Cada tanto se encajonaba y teníamos que saltar sobre las rocas.

Uno de los descansos fue en una cascada de piedras lisas, musgosas, enmarcada con cortaderas con plumerillos. A Vane le encanta el agua.

Después de algunas horas de caminata, nos encontramos con un pueblito. Era Yanalpa. Estábamos en Bolivia. En algún momento habíamos cruzado la frontera.

Para volver, en lugar de retomar el río, preguntamos por Yavi chico, un caserío cercano, del lado argentino y con un buen camino hasta Yavi. Una chola nos señaló las montañas. Dudamos pero trepamos un buen rato desafiando el cansancio que nos producía subir en esas alturas. Del otro lado estaba Yavi chico. Una vez más cruzamos la frontera sin saber muy bien en qué momento.

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