Con los shuar (cuarta parte: ayahuasca)

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La última noche hicimos ayahuasca. La preparó Pascual durante todo el día. La liana estaba plantada a pocos metros de su casa y era un retoño del natem que había preparado para Juan y Laura. En siete años la planta fue convirtiéndose en un gran arbusto con una forma de arco bastante particular y que Pascual me dijo que les explicara a Juanito y a Laurita que eso significaba que iban a caminar (viajar) mucho y tener varios hijos.

Banisteriopsis caapi

Algo interesante fue que el segundo ingrediente de la ayahuasca (la fuente de dimetiltriptaminas) en este caso no fue el arbusto chacruna sino la liana chagropanga (Diplopterys cabrerana). Nunca había visto preparar ayahuasca con chagropanga. Pascual me mostró la enredadera en el monte y me dijo que ellos la llaman yági.

Por indicación de Pascual hicimos ayuno de veinticuatro horas, al que sorprendentemente él también se sumó. Si bien no iba a tomar, nos explicó que el que lo prepara también tiene que ayunar para darle fuerza al brebaje.

La liana se limpia.
Se machaca.
Se mezcla con hojas de yági.
Se hierve
Se cuela y se vuelva a hervir para concentrar.
Se toma.

El ayuno no fue totalmente estricto, entre los shuar está permitido amenizarlo con jugo de plátano maduro. Las hijas de Pascual nos trajeron un par de tazas dos o tres veces durante el día, las cuales recibimos como una delicia. El resto fue vegetar débiles en nuestras hamacas.

Mientras nosotros descansábamos, el río fue creciendo y poniéndose turbio. Supusimos que estaría lloviendo en las montañas.

Por la noche, a oscuras en la choza, tomamos el natem. Las ceremonias de ayahuasca shuar (cuando no son hechas por un chamán con motivos de curación) son simples. Pascual pronunció unas cuantas palabras en su idioma. El final sonó algo así como “¡Marta caramastá!” que tradujo como “¡Beba, tenga fuerza!”. Primero tomé yo, la bebida más ácida y amarga que he probado nunca, y luego Vane. Finalmente Pascual nos dijo que podíamos hacer lo que quisiéramos, pero que no nos adentráramos en la selva, por las serpientes (por las de verdad).

Después de una hora de estar tirados en nuestras hamacas, salimos a vomitar. Luego las visiones en el cielo, en el río, detrás de nuestros párpados, detrás de las serpientes fluorescentes.

(Acá se puede ver el video que hizo Vane)

Algo que me quedó claro esa noche fue la certeza de que nunca habíamos sido tan bien recibidos como en Tsunki.

Los hijos de Pascual nos despertaron en la madrugada. Nos pedían medicinas porque su madre se encontraba muy mal, con fuertes dolores de estómago. Rosana, que no toma chicha, suele tomar más agua que el resto. El agua es la del río, que cuando crece arrastra detritos del borde, que algunos provienen de animales muertos. Le dimos antibióticos.

Poco después nos despedimos emotivamente de todos los niños y subimos con Pascual y Rosana a la canoa para volver a San José. Rosana permaneció todo el viaje doblada y llorando en silencio.

Quedó internada y estable en el hospitalito de San José. Ya está mejor.

Ahora viajamos hacia Quito, donde Vane tiene preparados algunos shows de stand up, y luego volveremos hacia la selva, pero a la parte norte, a navegar por el río Napo intentando salir hacia Perú, hacia el Amazonas

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