Puerto Samariapo, Puerto Ayacucho, Merida, Maicao, Venezuela

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14 de julio

Hoy nos despedimos de Roger, que tenía que volver para el norte, y con Nico seguimos hacia el sur, en la parte de atrás de una camioneta, junto a cuatro indias sonrientes. Llegamos a Puerto Samariapo, donde la ruta termina en el río y ya no hay más caminos en todo el estado.

india albina
India albina bajando en Puerto Samariapo.

 

Dejamos las mochilas en un puesto militar junto al agua y nos pusimos a hablar con la gente de los barcos pidiendo si nos podían llevar más adentro del amazonas. Estaría bueno llegar al brazo Casiquiare, pero sé que es zona indígena protegida y es probable que los militares no nos dejen pasar. Ya avanzamos más de lo que creía que íbamos a lograr. Pasamos varios puestos de control, donde nos miraron los pasaportes con lupa y sin soltar la ametralladora. Lo bueno es que no nos intentaron coimear, que fue una de las cosas que nos dijeron que nos podía pasar.

La mejor opción que tenemos hasta ahora en barco es uno que va hasta La Esmeralda. Es ideal: La Esmeralda está en tierras yanomamis, que son esos indios con corte de pelo tipo taza, pintura roja y negra en la piel, plumas en las orejas y dónde las mujeres usan palitos clavados en los labios y la nariz. El barco va a tardar cuatro días en llegar, navegando lento y descargando refrescos en algunas comunidades. Es casi una canoa con techo y apenas entran las hamacas. Debe tener unos dos metros de ancho por unos diez o quince de largo. Parece que vamos a ayudar a descargar los refrescos y Nico va a hacer de cocinero. La tripulación es el motorista y dos personas más, y ya nos estamos haciendo amigos a puras bromas.

En Venezuela nos están invitando muchas cervezas, parece que fuera el deporte nacional. Caminando por la única calle del pueblo, pasamos por delante de una casa donde había un tipo y dos mujeres emborrachándose en el porche. El tipo nos hizo señas para que vayamos y fuimos. Estuvimos los cinco tomando cervezas charlando un buen rato. Él se llama José.

José nos aseguró que no íbamos a salir hoy porque es domingo, y nos propuso ir al río a pasar el día con amigos. Yo me acerqué al puerto para confirmar que no iba a salir ningún barco y, por los datos vagos y aletargados que me dieron, me convencí de que José tenía razón, y nos fuimos al río con él y sus amigos. Entramos como unos quince en su camión. Subimos sillitas, heladeras con cerveza, leña, verduras, pollo, otras bebidas alcohólicas, etc. Muchos ya subieron medio borrachos.

Cuando llegamos al río, bajamos del camión y desparramamos todo lo que traíamos. Algunos se fueron a tirar al agua, otros se pusieron a abrir cervezas o a preparar tragos, y otros a preparar el sancocho, que es como le dicen acá a una especie de sopa de gallina y verduras. Yo ya notaba que estábamos bastante borrachos, porque las gallinas y las verduras las limpiamos metidos en un remanso del río, sentados con el agua hasta la cintura. Y ahí estaba yo, en un agua tranquila, bajo la selva, junto a dos mujeres semidesnudas, rodeados de verduras y pedazos de pollo flotando. Me sentía en una versión erótica de un dibujito de Buggs Bunny cocinándose a sí mismo.

gallinas
Cuidado que los pollos se están acercando a la cascada.

 

Ese clima tuvo toda la domingueada. Nadamos, bebimos, comimos, nos reímos mucho, y para volver al camión lo tuvimos que empujar varias veces.

Ahora estamos en lo de José, que nos invitó a quedarnos a dormir en su casa. Solo que él se fue. Unos indios le pidieron que los llevara a Puerto Ayacucho en su camión y se fue muy borracho y ya no volvió. Nico está durmiendo y yo me quedé esperándolo y escribiendo.

Pero ya es cualquier hora, me voy a dormir.

 

16 de julio

José no volvió por la mañana y nosotros teníamos que hablar temprano con la gente del barquito que había prometido llevarnos a La Esmeralda. Así que cerramos la puerta de la casa y le dimos la llave a un vecino.

Finalmente, el dueño del barco llegó y no quiso llevarnos. Yo me quedé por ahí tratando de encontrar otro y Nico se fue a lo de José a ver si estaba vivo y si había llegado.

Había llegado y estaba tomando cerveza. Después vino y nos siguió invitando muy insistentemente. Se hacía difícil rechazarlas. Al final nosotros también pagábamos algunas para no ser descorteces, e invitábamos y así indefinidamente. Yo estaba un poco molesto por no haber conseguido el barco y tomaba muy poco para mantenerme sobrio y conseguir alguien que nos llevara. Podríamos pagar un pasaje hasta San Fernando de Atabapo, pero no tenemos demasiado dinero y suponemos que allá no hay más posibilidades de avanzar que las que tenemos acá.

Orinoco
Nico buscando barcos en el Orinoco.

 

A la tarde le dijimos a José de ir a buscar algún chamán por la zona para comprarle yopo. Nico quería llevar a Bélgica y el que le habíamos comprado al chamán jivi era demasiado suave (nos había avisado). Nos llevó en el camioncito hasta una comunidad de tres casas, aunque no sé si se le puede llamar comunidad a solo tres casas. Era casi de noche y hablamos en las penumbras con un indio que tampoco se puede decir que hablara castellano. Más bien decía palabras sueltas y hacía sonidos y gestos. También costaba darse cuenta si era indio o india. Un tipo raro. Al final pudimos entender que el chamán estaba en otro lugar que quedaba caminando unas dos horas por la selva. Nos prometió llevarnos al día siguiente. Nos dijo que iba a pasar por nuestra casa y ahí comprendí que no quería llevarnos. Estoy notando que acá nunca te dicen que no, te dicen que al día siguiente. Y decirnos que él pasaba a buscarnos era la confirmación de una negación.

indiecito
Niño de una de las tres casas.

 

Volvimos a dormir en la casa de José y al día siguiente todo volvió a fallar y decidimos renunciar. Nico no tenía mucho tiempo y yo no tenía mucha plata. Se me estaban acabando los dólares y en Venezuela si uno saca plata por el cajero te calculan el dólar a precio oficial, que es la mitad de lo que se cambia normalmente, y no dan ganas.

Volvimos a Puerto Ayacucho y empezamos la travesía de tres buses hasta Mérida.

22 de julio

Mérida parece otro país. Fresco, montañoso y con muchos universitarios. Nico encontró un camping hippie a dos dólares en las afueras de la ciudad.

camping Mérida
Los campings sobre los techos son más baratos.

 

Quisimos hacer una caminata por la sierra de la culata, pero ahora sí que los días de Nico y mis dólares estaban a punto de desaparecer. Me volví a encontrar con Roger que también estaba con sus últimos dólares y decidimos irnos urgentemente a Colombia a sacar plata. Despedimos a Nico en la terminal que se iba unos días a la playa y después a Caracas a tomar el avión. Prometimos reencontrarnos en México.

Con Roger tuvimos la mala idea de venir a Colombia por Maracaibo para evitar el largo camino por las montañas. La ruta de Maracaibo a la frontera resultó ser muy densa por los controles policiales. Hay alrededor de quince en cien kilómetros.

En la frontera me resultó curioso que mucha gente pasó sin sellar el pasaporte.

Colombia
¿Jura usted solemnemente entrar en forma legal a Colombia?

 

Hemos atravesado todo Venezuela y hemos estado cerca de las fronteras más conflictivas y, a pesar de lo que nos habían anticipado, ningún policía intentó coimearnos.

Ahora vamos en un bus directo a Santa Marta.