En teoría no está permitido caminar desde Aventureiro hasta Parnaioca, pero en la práctica sí se puede. Se supone que no se debe pasar porque es zona de reserva natural, pero en ese lugar no hay nadie, y nadie va a preocuparse porque estemos caminando por playas salvajes.
Entonces, en nuestro día número 13 del largo trekking alrededor de la isla, una vez más cargamos las mochilas y caminamos.
Algunas partes del camino fueron fáciles.
Otras no tanto.
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Recorrimos seis kilómetros sobre la arena y tuvimos que parar a descansar varias veces.
Vamos pesados, llevamos bastante comida. El lado sur de la isla es el más salvaje y no sabemos dónde podremos volver a conseguir una despensa. Tal vez consigamos en el pueblito de Dois Rios, pero para eso falta mucho.
Además, en todo el día no hemos encontrado agua potable y, al llegar al final de Praia do Leste, sentados sobre marcas arqueológicas de miles de años de antigüedad, llegamos a la conclusión de que estábamos un poco justos con el agua. Todavía teníamos que subir el morro, acampar, cenar y desayunar al día siguiente.
Entonces decidimos juntar un poco de mar y cenar sopa. El truco es prepararla con una taza de agua salada y dos de agua dulce. Eso iba a ser suficiente para el resto del día y nos sobraba algo para la mañana siguiente.
En la cima del morro costó encontrar un lugar plano para acampar. Encontramos uno más o menos.
Amanecimos acurrucados en una esquina de la carpa.
Día 14. Parnaioca es muy agradable. Tiene solo cuatro pobladores fijos y tres campings rústicos (a una razón de 1,33 pobladores por camping). El lugar es un relajo, una bahía muy tranquila. Nos quedamos en el camping Dona Marta. Estábamos solos, no había nadie más acampando.
Ahí conocimos a Xermar, un tipo muy agradable. Trabaja en el camping desde hace poco. Él nos mostró el camino hasta un mirador de piedra oculto entre la selva. Subimos a la gran roca trepando por un árbol.
Día 15. Xermar nos regaló dos pescados. Los metí en la mochila y seguimos rumbo hacia Dois Rios.
Pero no teníamos intención de llegar hasta el pueblo. Habíamos salido un poco tarde y eran más de ocho kilómetros subiendo y bajando por la selva. Preferimos acampar a mitad de camino, cerca de una vertiente de agua (23°11’28″S, 44°12’36″W). Después, usando piedras y ramas verdes, improvisamos una parrilla para cocinar los pescados.
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Día 16. Antes del medio día llegamos a Dois Rios, un pequeño pueblo que supo albergar una cárcel hasta el año 1994. Ahora la mitad de las casas del lugar están en ruinas.
Ahí almorzamos y compramos víveres en el único negocio del lugar y seguimos camino hacia Caxadaço, una pequeña bahía encerrada entre las montañas. Está tan oculta que desde la playa no se puede ver el mar abierto.
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Acampamos.
La idea es salir al día siguiente hacia la playa Santo Antonio por un supuesto sendero que nos dijeron que hay por ahí. No figura en ningún mapa y más de un lugareño nos recomendó no intentarlo. Dicen que no va casi nadie, que está muy cerrado, que podemos perdernos. No nos preocupa, tenemos comida para dos o tres días. Lo intentaremos.