Íbamos a comenzar el día recolectando San Pedros (Trichocereus pachanoi, los wachumas, los cactus visionarios de los Andes) en una quebrada a una hora en auto al norte de Huaraz. Conducía Louis-Marie y a su lado iba Antoine (ambos belgas). Atrás nos apiñábamos Carlo, Gustavo (ambos peruanos), Vane y yo. Íbamos por una ruta sinuosa con ranchos a los costados. En uno de ellos compramos algo de pan casero porque, según Carlo, es mejor así, sin tanto ayuno para un largo día de trabajo. Media hora después, en una curva hacia la izquierda, que a mí me pareció similar a varias que ya habíamos pasado, Louis-Marie salió de la carretera y nos estacionó entre las rocas. Bajamos, comenzamos a trepar la montaña y a los cinco minutos de subida aparecieron los primeroscactus.
Entonces Carlo y Louis-Marie prepararon una ceremonia para pedir permiso a los espíritus y seguir trepando. Carlo y Louis-Marie conocen cada uno de los wachumas que crecen en esa zona.
En la tarde fue la preparación: los pelamos, separamos la parte verde, los trituramos en un mortero y hervimos durante horas. Ellos tienen una forma particular de cocinarlo, lo hacen sin agua, simplemente machacando, hirviendo la pasta y colando con paciencia.
La ceremonia empezó al anochecer. Con bosque, río, instrumentos musicales, pututus, piedras, sin santos, sin padrenuestros ni avemarías. Los pututus también son instrumentos musicales, pero antiguos, son conchas de caracoles marinos de gran tamaño (Lobatus galeatus) con un agujero en la punta por donde se sopla a modo de trompeta. Se usaron desde tiempos inmemoriales en los andes. Se traían desde las costas de lo que hoy es Ecuador.
Fueron diez horas potentes en el bosque. La mayor parte la pasamos junto al fogón con cantos y música hipnótica donde primero predominaron los instrumentos de percusión tocados con suavidad y luego el sonido prolongado de unos largos instrumentos de viento que había llevado Gustavo. Hasta hubo lluvia de meteoritos esa noche brillante y sin luna. Los destellos se nos quedaron en las pupilas.
Vane y yo habíamos sido invitados por Carlo Brescia y, en esa jornada de sentidos sensibilizados, percibí con fuerza lo que ya sabía, que Carlo transmite paz, comprensión y empatía como pocos. En Perú, vivir una ceremonia de San Pedro bien natural es ir a Huaraz y pasar un gran día con Carlo y Louis-Marie.
Ahora cruzaremos la cordillera blanca para llegar a Chavín de Huántar, un pueblo junto a las ruinas de lo que fue el centro administrativo y religioso de la cultura Chavín que existió entre los años 1500 y 300 antes de Cristo. Ahí se encontró una piedra tallada de un chamán sosteniendo un wachuma, una de las más antiguas evidencias arqueológicas del uso del cactus visionario.