Con los T’simanes

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Después de día y medio en tractor estamos en la comunidad T’simane Areruta, en el corazón amazónico de Bolivia. Ningún mapa muestra más que selva y ríos en esta zona. Incluso Google Earth está atrasado: marca que estamos sobre el río Sécure y ya no es así. Hace unos meses el río se corrió un par de kilómetros al sur. En la cuenca amazónica los ríos se mueven lentamente agrandando sus curvas, y cuando las curvas de un mismo río se agrandan tanto que se tocan entre sí, se forma un atajo y toda una gran vuelta del río pasa a formar una laguna en herradura o directamente se seca. Y eso es lo que le pasó a la gente de Areruta, el Sécure los abandonó.

Ahora viven de un arroyito. Es delgado, verdoso, burbujeante y el agua apenas corre. Ahí nos bañamos, lavamos la ropa y los platos y tomamos agua todos: los T’simanes, nosotros y los animales de la comunidad. Con Vane tratamos de ir río arriba para juntar agua. La sacamos entre unas ramas donde parece filtrarse un poco.

Luego la pasamos a través de un trapo con la esperanza de separar algo de tierra y parásitos macroscópicos, y finalmente le agregamos algunas gotas de iodo para potabilizarla.

Areruta no necesita un plan de viviendas, necesita con urgencia una simple bomba de agua.

En la comunidad hay dos autoridades, los únicos dos que no son T’simanes: el maestro de secundaria, que es de origen quechua y la maestra de primaria que es yuracaré. El maestro llegó hace poco enviado por el gobierno desde Potosí. Tiene cuatro o cinco alumnos. La Maestra, que también es la Cacique, llegó a la comunidad por su propia cuenta hace unos veinte años. Tuvo que aprender a hablar tsimané y lenguaje de señas. Todos en la comunidad saben hablar lenguaje de señas (uno propio de ellos) ya que una gran proporción de los T’simanes son sordo mudos. No tengo muy claro si esto es debido a complicaciones en el nacimiento (acá nadie nace con un médico al lado) o a la alta endogamia.

(Si estás pensando ufff hay que leer mucho, acá ve el video de Vane) :

Pasamos tres días en Areruta. Nos hubiera gustado quedarnos más pero nos resultaba un poco perturbador tomar tanta agua turbia. En el tercer día participamos de una ceremonia en el pequeño cementerio de la comunidad, que no era más que un sector de pasto con seis o siete cruces. Los niños llenaron las cruces de flores de patujú y cantaron en español y en tsimané. El Maestro cantó en quechua. Yo fui obligado a tocar el charango mientras Vane bailaba a mi alrededor.

El cuarto día pedimos que nos indiquen como llegar a Oromomo, otra comunidad T’simane río arriba (del río que ya no está, aunque en Oromomo vuelve a aparecer). Nos dijeron que eran un par de horas caminando por la selva. Nos acompañó un sordo mudo para guiarnos.

Por pasos elevados.
Pasos abiertos.
Pasos cerrados.
Y pasos muy cerrados.

Oromomo resultó ser una comunidad notablemente más grande y no solo de indígenas T’simanes, también vivían varios moxeños y yuracarés.

Y el recibimiento no fue tan agradable como en Areruta. Si bien con la mayoría de los comunarios hubo buena onda, algunos no llegaron a comprender qué hacíamos ahí (siempre nos cuesta explicarlo).

Con los niños mucha buena onda.

El TIPNIS es una zona de conflicto por los recelos entre etnias, el avance de los coyas cocaleros y la pesca, entre otros. La conclusión fue que debíamos abandonar el TIPNIS.

Entonces, al día siguiente conseguimos que un comunario nos llevara río abajo durante unas seis horas en canoa con motorcito hasta la comunidad yuracaré de Santo Domingo, adonde llega el tortuoso camino que viene desde la comunidad mojeña Monte Grande.

La mujer del comunario iba marcando la profundidad navegable.

Acampamos en Santo Domingo y a la mañana siguiente tuvimos la suerte de encontrar una camioneta todo terreno que se había acercado por otro plan de viviendas del estado. Pasamos un día de charlas y matanza de mosquitos y viajamos de noche.

Para hacer tiempo quise cortar este árbol pero no pude porque tenía el machete al revés.

La camioneta nos regresó a San Ignacio de Moxos. En el camino paramos un par de veces para que nuestros acompañantes cazaran una pava de monte y un mapache. Se me ocurrió correr entre la selva detrás de los cazadores y sus linternas, filmando la cacería del mapache. Me sorprendieron los disparos de los rifles y el machetazo final. No voy a mostrar el video.

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