Manaos, Presidente Figueiredo, Brasil

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1 de julio

Finalmente llegamos a Manaos. Hace un calor alucinante, de día y de noche. Nos quedamos en el mismo hotel, los chilenos, el belga y yo. Al día siguiente, los chilenos siguieron para Iquitos y con el belga vinimos a Presidente Figueiredo, que es un lugar con una exageración de cascadas entre selva amazónica. Fuimos a algunas (hay 85). Nico resultó ser un desquiciado barrenador de cachoeiras. Y hasta logró que yo también me tire en una. Es rarísima la sensación de caer por una cascada.

yo cayendo por una cascada
Yo cayendo por una cascada.

 

Estamos en un camping durmiendo en nuestras hamacas.

camping
Cómodos.

 

Los ríos son de color té negro, las cascadas también. Hay muchos monos, sobre todo monos tití; pero no se dejan ver fácilmente, solo con un poco de atención.Hay unos rápidos cerca del camping y lo primero que hizo Nico al llegar es tirarse a pelo, es decir, sin bote (solo nos habían contado que se podía hacer, pero no habíamos visto a nadie hacerlo). Vi como el agua se tragaba a Nico entre las rocas y lo escupía más allá, varias veces, durante más o menos unos cien metros. Yo instintivamente decidí no imitarlo.

rafting sin bote
Nico calculando responsablemente la peligrosidad de los rápidos.

 

rapidos
La cabeza de Nico antes de desaparecer entre las rocas y el agua.

 

La primera cascada que fuimos se llamaba cachoeira da Onça, fuimos por un camino alternativo que nos mostraron en el camping, subiendo el río, todo por la selva.

Cachoeira da Onça
¿Esa cara será la onça?

 

Después seguimos un rato río arriba y pasamos por unas cuevas con murciélagos. Caminamos un poco más y volvimos.

murcielago
Hola.

 

5 de julio

Fuimos a una gruta cerca del pueblo, no era nada profunda pero estaba muy buena. Desde adentro parece un cine muy ancho con una pantalla enorme que muestra la selva. Cuando llegamos, se puso a llover como para que sintiéramos bien los beneficios de una cueva. El suelo es de arena, la selva parece plantada por un jardinero gigante y exagerado. Hay de todo: árboles, plantas de hojas grandes, palmeras, lianas, piedras, arroyito y cascadita. Por la pantalla chorreaba agua.

cueva presidente figuereido
Yo intentando ver los pixels de la pantalla.

 

Después fuimos a cachoeira das orquídeas y Nico volvió a hacer de las suyas, se tiró en mitad de la cascada. Así no más: cascada de cinco metros que va cayendo entre las rocas y el belga va y se tira en el medio. Después de hacerlo dos veces y salir ileso yo también me animé. Fueron dos segundos que pasé entre las piedras, hasta que caí en un pozo profundo y torrentoso, lleno de burbujas. Y después a nadar en el té frío.

hombre cayendo por una cascada
Nico probando si la cascada era segura.

 

Anteayer llegó un argentino al camping y se nos unió al viaje. Se llama Roger, es ingeniero en telecomunicaciones y viene viajando hace nueve meses por Brasil. Íbamos a seguir camino hacia el norte ese mismo día, pero al final nos quedamos uno más, y así de paso lo acompañamos a Roger a conocer algo de Presidente Figueiredo. Al día siguiente, no sé con qué excusa, compramos una cachaça y fuimos a Cachoeira das Orquídeas y a la gruta.

Al ir por segunda vez a esos lugares descubrimos más cosas. En la cachoeira me pareció ver que había unos veinte o treinta centímetros entre la roca y el nivel del agua justo al costado del chorro de la cascada. Fuimos nadando por la lagunita y nos metimos. Entramos a una pequeña gruta con el agua hasta el cuello. A penas arriba de la cabeza estaba el techo, que eran las piedras que hacían de piso de la cascada. Apenas había lugar para respirar. Me sentía un poco niño. Después salimos metiéndonos en la pared de agua y nos arrastró el torbellino de burbujas.

cascada de las orquideas 2
Abajo y a la derecha de la cascada se ve la entradita a la cueva.

 

A la tarde fuimos a la gruta y otra vez volvió a llover cuando llegamos, y acá viene una parte un poco loca:

Después de estar disfrutando un rato del lugar y mirando pasar los murciélagos, de pronto vi que uno salía a toda velocidad de un hueco en el fondo de una mini cuevita. Esa cueva y ese hueco ya los había visto el día anterior, pero no los había observado demasiado. Cuando vi al murciélago salir a gran velocidad, se me ocurrió que eso debía ser profundo. Me dio curiosidad y me acerqué. Metí el brazo izquierdo y la cabeza, pero enseguida se ponía oscuro y fui hasta donde estaba mi mochila a buscar una linternita. Volví a meter la cabeza y el brazo izquierdo que ahora sostenía la linterna. Como no llegaba a ver al fondo empecé a meterme. La cosa estaba un poco barrosa, pero no me importaba porque yo estaba casi desnudo, me había estado bañando en la cascada de la gruta y solo tenía puesto una pequeña malla. El hueco era bien estrecho y tenía que ir reptando como un gusano: un brazo hacia adelante con la linterna y el otro hacia atrás. La cueva iba girando hacia la derecha y tuve que ir rotando un poco el cuerpo para seguir. Cuando ya estaba todo dentro de la roca escuché las voces de Nico y de Roger que me decían que estaba loco. A mí me daba una sensación muy extraña, pero no era la primera vez que entraba así en una cueva y sabía que no había ningún peligro. Si puedo entrar reptando, puedo salir reptando. Aunque no deja de ser una sensación muy extraña y estresante. De todos modos, a medida que me iba metiendo, se me iba yendo esa sensación claustrofóbica. Finalmente llegué a una pequeña cueva donde cabía agachado. Era, más o menos, metro y medio de alto por uno de ancho y dos de largo, con cúpulas y paredes columnares. Había unos bichos con unas pinzas muy grandes. Vivían ahí en la oscuridad con los murciélagos. Más adelante, el hueco seguía, pero no debía tener más de veinte centímetros de diámetro.

Nico y Roger, que para ese entonces ya ni verían la luz de la linterna, me gritaban preguntándome si estaba vivo. Yo no respondía. Solo por hacerlos flashar. Me moría de risa en silencio. Cuando regresé y me vieron salir de cabeza, ellos también se mataban de la risa. Supongo que no entendían dónde había pegado la vuelta.

espeleologia amateur
Saliendo dificultosamente de la cueva.

 

Después intenté convencerlos de que entraran ellos también. Nico dijo muchas veces que ni loco pero al final se animó. Lo convencí diciéndole que lo acompañaba. Él iba primero y yo detrás. En mitad del camino se puso a gritar.

—¡Aaahh!
—¿Qué pasa? —le grité.
—¡No puedo!
—Sí que podés.
—¡Nooo, no puedo!
—¿Por qué no podés?
—Porque tengo miedo.
—Entonces podés.
—…
—…
—Es verdad, puedo —dijo y siguió.

Cuando ya estábamos adentro, Nico se reía de los bichos y supongo que de la locura del lugar. Después decidimos ir a buscar a Roger.

—¿Ahora cómo volvemos con una sola linterna? —se inquietó Nico.
—Andá vos primero con la luz.
—¿Te vas a quedar aquí adentro a oscuras?
— No te preocupes, ya me conozco el camino —le dije y se volvió a reír como niño.

Sí que estábamos como niños ese día. Y sí que era raro quedarse a oscuras dentro de la roca. No importaba abrir o cerrar los ojos. Tenía que salir imaginando la forma de las piedras. Después, con bastante insistencia, logramos convencer a Roger.

Nos metimos los tres. Cabíamos cómodos, pero no había mucho más espacio. No sé por qué no nos sacamos fotos adentro. Si vuelvo a pasar por ahí sacaré algunas.

Después fuimos a la cascada del río del camping. Fuimos con cámaras de ruedas de camión enfundadas en tela a modo de gomones individuales. Las llevamos para bajar el río flotando. Nos las había prestado el australiano. Caminamos un buen rato por la selva. Yo un poco a los tumbos porque ya nos habíamos terminado toda la cachaça. Cuando llegamos a la base de la cascada, ya estaba anocheciendo. Nos subimos a los gomones y nos dejamos llevar lentamente sobre el arroyito oscuro y por debajo de muchos árboles y lianas.

En un momento, del arroyito desembocamos en el río que nos llevaba hasta cerca del camping. Fuimos flotando lentamente, boca arriba, mirando las copas de los árboles, diciendo pavadas y escuchando la selva que se iba silenciando mientras anochecía. Íbamos con suavidad acompañando las curvas del río y para cuando nos acercamos a la zona del camping ya era de noche.

Y llegamos a los rápidos.

Cada uno de nosotros fue siguiendo su propio camino de correntadas espumosas. Yo sentí al gomón chocar y resbalar sobre las rocas y, en una caída abrupta, se me dio vuelta. Toda la noche oscura pasó a ser mucho más oscura bajo el agua. Me arrastró la corriente, pasé chocando entre las rocas, salí a respirar y me siguió arrastrando. Por momentos logré hacer pié y por momentos la corriente me volvía a hacer pasar entre las piedras. Cuando pasaron los rápidos, nadé hasta el gomón y lo arrastré dificultosamente hasta la orilla. Caminé por el pasto derrotado y lleno de raspones. Había recuperado el gomón pero había perdido una zapatilla.

Rafting en Presidente Figueiredo
Con la rueda fue mucho menos doloroso que sin la rueda.

 

Ahora me quedaron un par de marcas en la espalda, como dos alitas.

 

➮ Continúa 

 

El LIBRO

 

3 Comments

  1. Bien Juli he… te falta una filmadora y mandate onda argentinos por el mundo exotico… vendelo papa, para que no tengas que estar de a dedo como los de la avenida y sus 10 dias…

  2. Avisa cuando vuelvas que llamo a Seba y Marian y nos tomamos unas cerves… y tenes que venir a conocer a mi hijo… A mis tres en verdad… jejeje

  3. tres?! No entiendo!
    No me faltan ganas de ir a Buenos Aires. Claro que nos juntamos!
    Más locuras hemos hecho en Perú cuando andabas indocumentado y traficando sangrías a campo traviesa.

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